La gratitud es la emoción que expande el corazón, es la paz de habitar en el presente, es la luz de encontrarle sentido a la vida.
Recuerdo que desde que tenía alrededor de 7 años, antes de dormir, cerraba los ojos y daba gracias a Dios por el día que estaba por terminar, por mi hogar, por mis hermanos, por mi mamá y por mi papá.
Era todavía niña cuando empecé a sentirme feliz por la vida tan bonita que tenía. Más tarde aprendería que es posible dar gracias incluso frente a situaciones desafiantes.
He entendido que la gratitud es como un músculo que al ejercitarse se fortalece y que se hace débil ante la falta de práctica.
Si alguien me pidiera un consejo para ser feliz diría que felicidad es disfrutar lo que tienes cuando lo tienes, vivir el momento que te corresponde vivir, hacerles sentir tu cariño a las personas que amas y saber reconocer todos los motivos que tienes para sentir agradecimiento.
Hay una escena constante en mi vida: voy caminando, miro al cielo, respiro profundo, sonrío y doy gracias por estar viva. Puede cambiar la locación, pero la escena es la misma, a veces es tanta la emoción que a la protagonista se le llenan de agüita los ojos.
Hoy, como cuando era niña, cerraré los ojos antes de dormir y daré gracias: por mi familia, por mi hogar, por un día más.
Gracias a la vida por tanta vida.