Mucho había escuchado sobre la “crisis de los 30”, y aún cuando me faltan algunos meses para llegar a esa edad, sospecho que ya entiendo de qué va este asunto.
A mi parecer esta crisis existencial es resultado de una presión social por haber alcanzado todas tus metas (o metas que ni son tuyas pero que te enjaretaron los demás) antes de llegar al famoso “tercer piso”.
Y si antes ya existía esa urgencia por parte de la sociedad, las redes sociales han venido a enredar más las cosas.
No estoy en contra de las redes sociales, de hecho las utilizo bastante y las considero una gran herramienta que ha revolucionado el mundo. Lo que sí creo es que lo que compartimos en estas redes tiene la intención de mostrar una cara de nosotros mismos, la cual no necesariamente es real, y justo ahí es donde el asunto se complica.
Generalmente compartimos nuestros mejores momentos, los logros, los viajes, las fiestas, lo que compramos, o lo que consumimos en restaurantes. Sin embargo, difícilmente compartimos los días tristes, los fracasos, las decepciones, los momentos de mayor soledad, es decir, no compartimos la realidad tal como es, sin filtro.
Entiendo que no es muy buena idea publicar algo cuando tienes un problema con alguien cercano a ti, cuando tu ánimo está por los suelos o cuando tienes problemas económicos, incluso podría considerarse de mal gusto hacerlo. Pero al no ver “la película completa” de lo que les ocurre a otros de alguna forma estamos alimentando la idea de que su vida es mucho mejor que la nuestra. Ojo, “muros vemos, depresiones y complejos no sabemos”.
Sí, vemos los viajes o las compras, pero no vemos la deuda en la tarjeta de crédito ni tampoco podemos saber cuánto esfuerzo y trabajo hay detrás de ese viaje o esa compra.
Compararte con alguien más es un error mayúsculo, cada quien debe ir a su ritmo en esta vida. Estés en tus veintes, en tus treintas, en tus cuarentas o en tus cincuentas, sólo tú conoces el camino que has transitado para llegar hasta donde estás hoy. Busca inspiración en otras personas pero no permitas que eso te lleve a la frustración.
¿Aún tienes muchas metas por alcanzar? ¡Genial! Preocúpate cuando sientas que ya cumpliste tu propósito y no hay más que hacer.
La vida es corta y no siempre podemos estar en control de todo lo que nos sucede, así que sé feliz, aprende de tus caídas, disfruta el trayecto y, sobre todo, no prestes tanta atención al andar de los demás.