Perdón es quizá una de las palabras más difíciles de expresar, tal vez es también una palabra que se añora escuchar y habrá a quienes se les pase la vida sin poder pronunciarla o sin oírla.
Últimamente esto del perdón ha habitado mis pensamientos. Creo que si existiera una asignatura en la escuela en la que se tuviera que aprender y llevar a la práctica cómo perdonar, me habría ido a examen extraordinario, o incluso habría tenido que recursar la materia. Y no es que no sepa perdonar o no quiera hacerlo, es que siento tanto que eso me complica el proceso. Pienso las cosas demasiado, las analizo, les doy vuelta, trato de entender lo que estoy sintiendo y eso lleva sus buenas horas, si bien nos va, pero si es algo que lastimó más profundo, hay que tener paciencia porque tomará más tiempo.
Sé que habrá disculpas que nunca me ofrecerán y es irónico porque puede ser que esas mismas personas esperan que sea yo quien extienda el perdón. Cada mente es un mundo y ahí es donde las cosas se tornan complejas.
Hablando de perdonar, pienso en grandes amigas que llegué a considerar familia, amigas que habría apostado que permanecerían para siempre. No sé si se habla lo suficiente de cómo una amistad te puede romper el corazón, hoy sé que he tenido dificultad para confiar después de qué amigas en las que confié tanto me hicieron ver que no todo lo que se da se recibe de vuelta, sea cariño, confianza, lealtad, entrega u honestidad.
La vida me ha ido alejando de personas que no comparten mis valores y agradezco que me ha acercado tanto a quienes sí suman a mi existir.
Otro perdón difícil de procesar es el que debemos otorgarnos a nosotros mismos, por no haber estado, por no haber dicho o hecho o por no haber sido. El juicio que ejercemos sobre nuestra persona puede ser mucho más duro que el que ejerceríamos con los demás.
Hoy me quiero perdonar. Entender que mi corazón es bueno y que si no he actuado siempre de la mejor manera no ha sido con mala intención, ha sido, puede ser, desde una visión más limitada que la que el paso de los años me ha dado.
Me perdono por las ocasiones en las que no alcé la voz, porque me dio pena, porque no me sentí capaz o porque tardé en darme cuenta de que algo estaba mal.
Me perdono por no haber logrado manejar sabiamente algunas situaciones.
Y también quiero perdonar a quienes me han hecho daño, en mi corazón no hay espacio para rencores del pasado.
Bien dicen que el perdón es más para ti que para la persona que perdonas.
El perdón libera y hoy elijo ser libre.