Una escala en Madrid antecedió mi llegada a Santiago de Compostela. En el aeropuerto tomé un autobús que recorrió casi 15 kilómetros hasta la Zona Nueva de la Ciudad.
El plan era que al llegar a Santiago me encontraría con Fer, una amiga de la universidad que también estudiaría un semestre en la capital gallega. Vaya sorpresa la que me llevé cuando el autobús se detuvo en un lugar distinto al punto de reunión acordado. Afortunadamente en ese corto trayecto conocí a una mexicana que al ver mi angustia de no poder comunicarme con mi amiga me ofreció llevarme a un hostal donde podría pasar la noche.
México era el nombre del hostal al que me llevó. Ya en mi habitación me conecté a msn messenger y pude hablar con mi amiga, quien casualmente estaba hospedada ahí mismo.
No puedo negar que esa primera noche lejos de casa fue triste, el peso de la distancia me cayó de golpe y creo que por primera vez en la vida me sentí completamente sola.
Al otro día fui con Fer a buscar lugar para vivir y un anuncio en el campus de la Facultad de Derecho nos llevó a conocer a María, una linda gallega que pronto se ganó mi afecto. María alquilaba habitaciones a estudiantes, a quienes les cocinaba desayuno, comida y cena de lunes a sábado. En cuanto visitamos el piso de Rúa Ramón Cabanillas decidimos vivir ahí.
Mi habitación era linda aunque pequeña, apenas cabía la cama, un escritorio, un buró y el clóset. Las fotos de mi familia y de mis amigas en las paredes hicieron que ese espacio se sintiera más como hogar.
Era la primera vez que dormiría en mi nueva casa, así que antes de ir a la cama escribí por correo electrónico a mis papás y a mis hermanos para darles gracias por ser mi fuerza y motivación y porque sabía que aún estando lejos estaban cerca de mí.
El trastorno de sueño ocasionado por el nuevo huso horario todavía no me dejaba dormir en la noche pero al menos tenía que tratar pues en unas horas comenzaría mi primer día en la universidad y no quería perderme detalle alguno…