Me gustaría que mi memoria fuera más generosa para darme más recuerdos de mi abuela, la mamá de mi mamá.
Su nombre era Rosa, era una mujer fuerte, trabajadora, emprendedora y de buen corazón. Era cuidadora de quienes estaban a su alrededor, crió a sus hijas e hijos y el amor que habitaba en su ser era tan grande que le abrió los brazos a más hijas e hijos para criarlos como suyos.
La recuerdo con el cabello corto color plata, con un vestido blanco adornado con pequeñas flores azules, en su hermosa casa de techos altos, llena de plantas y de luz.
Como vivíamos a dos horas de distancia de mi abuelita, cuando teníamos vacaciones mis papás nos dejaban a mis hermanos y a mí en su casa para pasar unos días con ella. Nos levantaba temprano, salíamos a caminar, desayunábamos y después nos daba diferentes tareas a mis hermanos, a mis primos y a mí. A mi prima y a mí nos tocaba limpiar con un trapito las hojas elegantes, una planta que tiene ese distinguido nombre. Ahí estábamos sus nietos, limpiando el hermoso jardín al que le daba sombra una bella higuera, que más tarde supe que era el lugar de refugio de mi mamá en su niñez.
No recuerdo sus abrazos, pero recuerdo mucho sus panqués y pienso que hornearnos ese delicioso pan era una forma de expresar su cariño. Me acuerdo también cuando me enseñó a tejer, me apena que a mi corta edad no supe entender el precioso regalo que significaban esas horas al lado de mi abuela, aprendiendo algo de ella, porque estaba más enfocada en no equivocarme para que no me regañara.
Mi abuela murió cuando yo era niña, por lo que gran parte de su personalidad y de su historia la conocí siendo adulta, a través de anécdotas en voz de mi mamá.
Admiro a mi abuela por múltiples razones, una de ellas es que, además del enorme trabajo que tenía en casa, gestionó con el gobierno recursos y un espacio que adaptó como desayunador para que niñas y niños pudieran desayunar bien antes de ir a la escuela, organizaba a sus hijas e hijos y a más señoras para preparar diario los desayunos. Me llena de admiración conocer historias que demuestran cómo Rosita buscaba la forma de mejorar la vida de las personas.
Mi mamá, mis tías y tíos tuvieron la fortuna de tener a una gran mamá, que les enseñó con el ejemplo el valor del trabajo, de la honestidad y la disciplina, y que les educó para ser personas buenas y ayudar a los demás.
Abuelita, quisiera haberte conocido más, haber aprendido más de ti, quisiera haber sabido a tiempo que la vida no nos regalaría tantos años juntas para disfrutarnos. Me encantaría haber tenido una plática contigo para escucharte hablar sobre los momentos más importantes de tu existir, sobre tus miedos y anhelos, y para poder reconocer lo que hay de ti en mí. Toda mi vida te daré gracias por el regalo más hermoso que me diste: mi mamá.