La llegada de un nuevo año invita a recapitular lo vivido, a dar gracias por los momentos alegres y, ¿por qué no?, a agradecer que dejamos atrás los días difíciles; nos invita también a recordar a quienes adelantaron el vuelo hacia el lugar a donde todos volaremos algún día. Así mismo, esta transición nos permite desear cosas nuevas, nos da la oportunidad de soñar.

Lo triste es que los sueños son muy fáciles de sabotear. Y más triste aún es el hecho de que somos nosotros mismos los primeros que saboteamos nuestros sueños.

¿Cuántos anhelos dejamos fuera de nuestra lista de propósitos de año nuevo porque nos parecen inalcanzables? Parece ser que a medida que crecemos vamos perdiendo la habilidad de soñar y, por el contrario, vamos sumando miedos, miedos que al final del día nos hacen sentir que no vale la pena ni siquiera soñar algo, mucho menos intentarlo, pues no lo lograremos.

En mi último cumpleaños uno de mis propósitos para esa vuelta al sol que estaba iniciando fue atreverme a hacer algo que desde hace mucho tiempo tenía en mente, escribir un blog. Mi miedo al ridículo era grande pero mis ganas de compartir lo que escribo se impusieron, y el miedo tuvo que ceder. En ese momento yo me conformaba con que una persona me leyera, y hoy me llena de dicha y gratitud saber que mis letras llegan a más de una persona.

Otro de mis propósitos para esa edad que estaba a punto de estrenar fue ser más valiente. Y para mi valiente no es quien no tiene miedos, sino quien enfrenta de manera consciente lo que le provoca temor. Pienso que cuando estás abierto al cambio la vida te pone en el camino herramientas para cambiar y para crecer como persona, y así me sucedió hace unos meses cuando una curiosa coincidencia me llevó a retomar las clases de Kabbalah.

Durante las clases una de las lecciones más repetidas fue la certeza. Lo comparto porque me parece que practicar la certeza debería ser nuestro propósito cada año nuevo hasta lograr erradicar completamente la incertidumbre. La certeza implica saber que todo lo que nos sucede es para nuestro beneficio, que todo desafío que la vida nos pone en frente, por más caótico que parezca, se resolverá de la mejor forma y se nos ha presentado para obtener un bien mayor.

Por último, debo decir que otra de mis intenciones para mis 29 años fue reír más. Y es un propósito que confirmo en este 2018. No sé si la risa pueda catalogarse como un hábito, yo diría que sí. Es más, diría que la capacidad de reír es como un músculo que se tiene que fortalecer.

Considero que, desgraciadamente, la angustia, la tristeza, y la queja también podrían considerarse músculos que se fortalecen a medida que se practican. Así que, si hemos de adquirir algún hábito en este nuevo año, que sea el hábito de apreciar lo que tenemos, el hábito de reír y de disfrutar, sabiendo que la vida es breve y que es mejor vivirla feliz.

LSM 2018

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